A veces, cuando nos movemos en determinados entornos, nos cuesta tomar conciencia de que cosas que pensábamos erradicadas siguen manteniendo vigencia. El castigo corporal, que no solo es horrible sino que además es un delito, sigue marcando la pauta educativa en muchos hogares. Por eso hoy, queremos hablar de lo que pasa "Pegando a nuestros hijos"
Cuando hablo de padres que pegan a sus hijos, no me refiero a los "grandes maltratadores", que dan palizas que, naturalmente, horripilan a todo el mundo y cuya existencia es absolutamente aberrante. Contra esos, no cabe duda que estamos todos. Yo hablo de padres amorosos y que cuidan de sus hijos pero que, a la hora de resolver los conflictos, recurren al famoso "cachete a tiempo".
Incluso personas instruidas (como el famoso juez Calatayud ) y con gran experiencia en el trato con menores abogan por la "corrección moderada" que, a su juicio, supone una bofetada.
No hace mucho tiempo, una mamá, me contaba jocosamente como había ido pegando cachetes a su pequeño de 3 años en el camino de vuelta a su casa de un comercio cercano, por haberse sentido desafiada por él (en el momento no lo hizo ya que le daba reparo pegarle en el lugar del incidente) Otras, comentaban cómo, al final, sus hijos habían "cobrado" para poder llegar a la hora al colegio, comido lo que ellas pensaban que debían comer, haberse vestido, haber pegado a otro niño,... Así un sinfín de "razones" para usar el "cachete pedagógico".
Pues oigan no, no se puede ni se debe pegar a nadie, tenga la otra persona la edad que tenga, o el parentesco con uno que sea. ¿Se imaginan que cada vez que la vecina pone la música alta-esto en sentido figurado que la mía es una santa-, como a mi me molesta y estoy harta de decírselo le arrease un bofetón? ¿O a mi marido cada vez que se dejase algo en el plato le diese un golpe?, ¿Qué clase de sociedad sería esa? Está claro que no es la que queremos, al menos, no para los adultos, entonces, ¿Por qué creemos que para los niños puede ser diferente?
Cuando un adulto pega a un niño es por varias causas, las principales que denota esa conducta son:
1. Ignorancia: A veces la simple falta de reflexión sobre un tema nos hace repetir las conductas que tuvieron hacia nosotros en la niñez.
2. Falta de auto-control: En ocasiones, pese a saber que algo está mal, somos incapaces de frenar nuestros impulsos.
3. Falta de herramientas para educar de otra manera: Desgraciadamente, en muchos ámbitos, cada día me encuentro con gente llena de buenas intenciones pero carente de las herramientas necesarias.
¿Qué aprenden los niños a los que se les aplican castigos físicos habitualmente?
1. Que la violencia es admisible, aunque sea solo en algunos casos: Cuando me quedo sin más argumentos o cuando creo que tengo razón puedo pegar a otros.
2. Que quien tiene la fuerza de su parte no necesita más razones, puede imponerse sin más: "Mis papás me pueden pegar porque son más fuertes y yo no me puedo defender, si encuentro a otro más débil le podré pegar también"
3. Que las personas que nos quieren nos pueden hacer daño por nuestro bien: Esto ha destrozado a muchísimas familias. Pensar que se puede dar, o recibir un golpe, por el bien del otro; que podemos ser merecedores o ejecutores de estas acciones son la base de la violencia de género.
Nunca es tarde para aprender y cambiar. |
Entonces, ¿no se puede hacer nada contra la espiral de violencia que genera esta forma de "educar"?
Pues claro que sí, hay que buscar siempre las herramientas adecuadas para eliminar estas conductas por ejemplo:
1. Leer sobre "Comunicación no violenta"
2. Acudir a escuelas de padres y/o grupos de apoyo a la maternidad y crianza.
3. Hacer talleres para la no violencia activa. Hay ONG´s como "Mundo Sin Guerras" que imparten este tipo de talleres de forma gratuita a entidades y colegios.
4. Educar en el afecto, el dialogo y la no violencia.
Desgraciadamente, para algo tan importante como cuidar y tratar con los niños, no se pide, ni se recibe, formación alguna. En las escuelas, la resolución de conflictos, la ética y la comunicación quedan ensombrecidas, cuando no directamente olvidadas, ante las matemáticas y las ciencias. Afortunadamente, nunca es tarde para buscar soluciones, aprender y cambiar. Poco a poco cambiaremos y cambiaremos el mundo.
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