Dejar de temer a los niños

Hace unos años, durante una jornada sobre educación que organizaban desde "El Jardín Pirata", una de las participantes pedía pautas a seguir para hablar con los niños. En aquel momento, una de las organizadoras le preguntó por la edad de sus niños a lo que esta mujer contestó que no los tenía  y que lo que quería era saber cómo hablar con los de sus amigos y con los pequeños de su entorno, sin "castrarlos". En ese momento surgió un murmullo general, muchas sonrisitas y miradas burlonas. Reconozco que yo llegué a pensar "¿pero qué tonterías dice?". Sin embargo, a día de hoy y en vista de cómo está el `"patio" educativo, cada vez más, comprendo lo perdidas que están, que estamos, muchas veces las personas al hablar con los niños y la necesidad que se genera de "Dejar de temer a los niños".

Dejar de temer a los niños


La distancia abierta entre la infancia y los adultos se ha vuelto tan abismal que cada vez es más complicado relacionarse con naturalidad. Cada día me encuentro con libros y artículos, muy interesantes y convincentes todos, que hablan acerca de la conveniencia de cosas como: Evitar el uso del no al hablar con los niños, no decir "lo siento", no decir "muy bien", no decir que sus dibujos son muy bonitos sino alabar alguna cualidad concreta de los mismos, felicitarles por sus intentos y no por sus logros, evitar llamarlos guapos o listos,... Todo esto hace que muchos adultos lleguemos a sentirnos perdidos a la hora de relacionarnos con los niños, que cada vez que hacen algo tengamos que pensar la formula "correcta" para cada situación y que nos sintamos culpables ante cosas que con alguien de nuestra edad serían normales.

¿Qué debemos hacer entonces?

Lo primero, saber que no existen formulas mágicas, que cada niño (esto es aplicable también al trato con adultos) y cada situación requieren de nuestra atención e interés auténticos. Eliminar los pilotos automáticos y actuar en cada caso de la forma que creamos correcta.

Lo segundo, usar el sentido común. Esto que parece tan obvio es, sin embargo una de las cosas más complejas de hacer. Como pauta podemos plantearnos ¿Cómo me gustaría que me tratasen o me dijesen en una situación así?, ¿Cómo actuaría si en vez de un niño estuviese tratando con un adulto?

Y lo tercero, y más importante, reflexionar siempre acerca de nuestros actos, reconocer nuestros errores y perdonarnos. No somos perfectos, todos estamos en el camino del aprendizaje y el temor a hacer las cosas mal nos impide actuar. Los niños nos necesitan como modelos tanto en nuestros aciertos como en nuestros errores.  

No permitamos que el miedo nos condicione, tememos sólo aquello que no conocemos así que conozcamos a los niños, a nuestros hijos, escuchémosles y, sobre todo, disfrutemos con y de ellos. Su infancia es nuestro regalo, no lo olvidemos.

¿Qué te ha parecido?, ¿Tu también has temido hablar con los niños?, ¿Cuál es tu formula?

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